martes, 1 de diciembre de 2015

El hombre soviético, por Scarlat Callimachi

Scarlat Callimachi nació un 20 de septiembre de 1896, en Bucarest, ciudad donde también moriría el 2 de junio de 1975. Formaba parte de una de las familias de boyardos rumanos, cuyos antepasados, de origen griego, habían sido señores del principado de Moldavia.

Sin embargo, a pesar de su origen, fue militante del Partido Comunista, gran defensor de la revolución bolchevique, y uno de los representantes de la vanguardia literaria rumana más destacados del periodo de entreguerras. Su militancia firme, tanto en las letras como en la lucha clandestina, le hizo ser conocido, por sus camaradas antifascistas y comunistas, como "El Príncipe Rojo".

En 1917 se encontraba en Petrogrado, donde sería testigo también de la Revolución obrera de Octubre, que luego cantaría en sus poemas. 

En 1960 escribiría un libro homenaje a la Union Sovietica, titulado "Un viajero en la URSS", en el cual describe sus viajes y experiencias por el primer estado de los trabajadores de la historia, comparando la Rusia que encontró antes de la Revolución Bolchevique y la que contruyeron los trabajadores soviéticos bajo la dirección del Partido Comunista.

En uno de sus capítulos, "El hombre soviético", describe una de las principales consecuencias de la Gran Revolución de Octubre de 1917: el nacimiento de un hombre nuevo, emancipado, que se sabe dueño de su propio destino, y que fue el factor determinante que logró convertir a la recien nacida Rusia proletaria en primera potencia mundial, económica, social y militar, y en la gran vencedora del fascismo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

EL HOMBRE SOVIÉTICO

"Sin duda, lo que más ha llamado la atención y, a la vez, admirado a los viajeros extranjeros que han visitado la Unión Soviética, desde octubre de 1917 hasta hoy, ha sido el hombre soviético.

El rol de Vladimir Ilich Lenin en la preparación de la masa del hombre nuevo, del revolucionario, del constructor del mañana, fue enorme. Gracias a su genio de educador, de guía, de director de la clase trabajadora y campesina de Rusia, la Gran Revolución Socialista de Octubre pudo ser llevada a cabo y las bases del primer estado socialista puestas sobre cimientos sólidos.

Junto a algunas decenas de miles de luchadores comunistas, junto al proletariado hambriento, junto a los destacamentos de guardias rojos,  junto al campesinado empobrecido, Lenin venció al ejército de los generales blancos y a las fuerzas intervencionistas extranjeras.


Los que fueron testigos oculares de aquellos días de Octubre y de la Guerra Civil vieron como este destacamento de revolucionarios, casi desarmados, en ropas civiles o con uniformes andrajosos, sufriendo la falta, podemos decir, del pan de cada día, derrotaron a los regimientos de cadetes, armados hasta los dientes, regimientos formados por antiguos oficiales de la armada zarista y por una unión heterogénea de diferentes elementos reaccionarios.

Estos soldados descalzos del ejército revolucionario sorprendieron a todo el mundo. Su coraje, abnegación y entusiasmo se debían, en primer lugar, al deseo de emancipación del látigo zarista y, en segundo lugar, a su voluntad de construir un mundo nuevo, un mundo propio, de los que trabajan, un mundo en el que se pudiera vivir una vida digna.

El trabajo de persuasión llevado a cabo por Lenin, junto a la vieja guardia bolchevique, había dado frutos. Los trabajadores y campesinos, la mayoría analfabetos, agotados físicamente tanto por el trabajo sobrehumano que habían realizado para bandas de infractores capitalistas, como por una desgraciada guerra,  realizaron milagros de bravura, porque en su consciencia penetraban los primeros rayos de un nuevo amanecer, deseado por la mayoría, esperado con emoción.

La Revolución de Octubre, y la lucha revolucionaria de los siguientes meses, puede ser comparada con la erupción de un volcán cuya lava quema, destruye hasta los cimientos el mundo viejo: el mundo de los productores de riqueza, hambrientos y desnudos, y el de los explotadores, lleno de lujo.

Tras el final de la guerra civil, es decir, después de la victoria del ejército revolucionario, siguieron unos largos años difíciles, de tiempos de grandes necesidades, que exigieron sacrificios de todo tipo.

Los años difíciles también fueron vencidos por el hombre soviético.

El hombre soviético, el hombre nuevo, era una realidad, no un mito, como decían los malintencionados, los enemigos de la joven república soviética.

Con una fe ciega en el poder de su trabajo, casi siempre con una sonrisa en la cara, con la frente surcada de preocupaciones, problemas u, otras veces, ira, el hombre soviético venció todas las dificultades que se interpusieron en su camino.

Cuando al principio un viajero extranjero llegaba desde muy lejos únicamente para ver al hombre soviético, al hombre soviético en el trabajo, se quedaba boquiabierto, esta es la palabra, de lo que veían sus ojos: un hombre envejecido por el trabajo y las necesidades, con herramientas anticuadas, pero en su mirada centelleaba una gran alegría, una confianza plena en el poder de su trabajo, un amor profundo hacia su joven república socialista. El pasado había sido derrumbado con sus manos, y el futuro debía ser construido con sus manos también. Eran conscientes de su papel en la historia y quería representarlo con dignidad. Este era el hombre soviético en los primeros años tras la Revolución  de Octubre.

Los años oscuros pasaron, así como pasan los nubarrones por un cielo que ha descendido cerca de la tierra.  El firmamento de la Unión Soviética se iluminaba. El hombre soviético había vencido al hambre, al frío, a las dificultades. El hombre soviético construía fábricas, escuelas, centros culturales, hospitales… Los escombros de la vieja Rusia zarista eran retirados y un nuevo mundo amanecía como de las profundidades de la tierra, arrancado con una barita mágica. La barita mágica era la mano del hombre soviético.

Llegó el año 1941. Invasión de las hordas fascistas de Hitler. Ciudades, pueblos, en llamas.

Saqueos. Muertos…muertos…El hombre soviético toma las armas.

¿Quién no ha leído sobre los hechos heroicos de los defensores de Leningrado? ¿Quién no ha seguido las fases de la batalla de Stalingrado? ¿Quién no ha escuchado sobre la valiente lucha de los partisanos? El mundo entero se admira.

El vencedor de Stalingrado fue el hombre soviético. El hombre que había llevado a cabo la Gran Revolución Socialista de Octubre.

Debo reconocer que mi mayor deseo en los viajes que he realizado a la Unión Soviética era, en primer lugar, conocer al hombre soviético; el hombre soviético sobre el que había oído tantas hazañas, del que había leído tantas páginas.

Y en realidad el hombre soviético tiene algo especial frente a los demás hombres: es optimista, sincero, alegre, confiado tanto en el extraordinario destino de su patria, como en el poder de su trabajo.

He visto a la juventud regresando del trabajo, chicos y chicas felices, discutiendo con pasión, bromeando, riendo. El cansancio de sus caras estaba iluminado de un deseo indescriptible de vida, de una ardiente confianza en el mañana, el día de su felicidad; ya no se veía a la juventud pesimista, cansado física y moralmente, sin fe en sus capacidades, sin esperanza, obsesionado por la muerte, la juventud de, por ejemplo, las dolorosas novelas de Dostoievsky.

He seguido a estos jóvenes muchas veces, tanto por los bulevares de Moscú como por las calles de Leningrado y por los parques de otras ciudades más pequeñas.  Iban los chicos y las chicas cogiéndose de la mano o del brazo, hablando ruidosamente o en susurros, con la mirada perdida hacia las sombras de la noche o mirándose a los ojos.

En su actitud y en sus gestos había una admirable pureza y sinceridad, podría decirse un romanticismo olvidado, desde hace mucho, por los que hemos crecido en otro ambiente moral y social.

En algunas estaciones de autobús y trolebús, o en la boca del metro, los grupos se separaban dirigiéndose cada uno hacia su casa. Su despedida era simple: un caluroso apretón de manos o un beso en la frente o en las mejillas, un beso puro de amistad, de amor tímido, nada del beso sensual y salvaje de las grandes ciudades occidentales.

Allí donde encuentras a un joven soviético - sean chicos, chicas o ambos sexos – se aprecia una imagen viva de una nueva vida, de una vida que nosotros no tuvimos la felicidad de conocer en nuestra juventud.

Los trabajadores de las fábricas parecen a primera vista ser hombres con alma cerrada, podríamos decir que un hombre poco amigable frente al extranjero que le visitaba en su lugar de trabajo: es decir, en la fábrica, en la obra, en el taller. Pero tras el primer saludo del extranjero, la frente se relaja y sus ojos se iluminan, respondiendo, unos con timidez, susurrando, otros con voz segura, al saludo del huésped llegado por sorpresa.

Y entonces uno se puede dar cuenta muy bien del carácter del hombre soviético: serio, concienzudo, dominado por un solo pensamiento, cumplir con su deber. Esto no significa, sin embargo, que sea un simple robot; la mejor prueba la tenemos entonces cuando charlamos con él y cuando el obrero, de cara y brazos negros, con chorros de sudor en la frente, se transforma en un hombre sociable, amistoso, profundamente humano. Tras una corta conversación, te separas de él con tristeza, así como te separas de un amigo.

El hombre soviético lee, y lee mucho.

Los taxistas cuando tienen un momento de relax, leen: periódicos, literatura, o libros técnicos; tanto los jóvenes como los mayores en los parques, en los bancos de los bulevares, leen; los viajeros en el autobús llevan, casi todos, un libro sobre sus muslos; las azafatas de los vagones del tren leen los más valiosas novelas de la literatura clásica rusa y soviética y los más recientes libros técnicos.

Todos los hombres soviéticos leen para instruirse, para escapar del cansancio del trabajo, o para pasar un tiempo agradable.

El libro es una de las principales armas del hombre soviético.

El hombre soviético es hospitalario tanto con los paisanos como con los extranjeros; él no hace distinción de raza. Es una de las características del hombre nacido después de la Gran Revolución Socialista de Octubre.

El hombre soviético es un hombre nuevo, demostrando esto en la Gran Revolución de Octubre, con los éxitos de los planes quinquenales, en los años de la guerra defendiendo a la patria, en los años de construcción del comunismo.

El hombre soviético es el más hermoso símbolo del mundo nuevo".

(Un viajero en la URSS -Un calator prin URSS-, Scarlat Callimachi, Editura de Stat Pentru Literatura si Arta, 1960, pag. 94, traducido por Un vallekano en Rumanía).

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buenas :
Escuche por favor esta canción y visualice el videoclip también ( https://www.youtube.com/watch?v=E55oe_8gzn8 ), para que vea lo que es en realidad el "hombre soviético".
El hecho de que esté usted siempre apoyando al partido comunista de la R. de Moldavia, formado prácticamente al 100% por los hijos de esos soldados que invadieron Basarabia y deportaron a las familias RUMANAS (queda subrayado), quedándose con sus casas los mismos "hombres soviéticos" que tanto adora usted, es un insulto hacia los rumanos y hacia Rumanía, país en el que supongo que actuálmente vive.
Sé que esa es su ideología, una ideología que yo nunca compartiría ya que me parece muy violenta y llena de odio (como cualquier ideología radical sea de izquierda o de derecha).
He mirado su página web y me parece interesante ver lo de los brigadistas rumanos en la guerra civil española, su opinión acerca del capitalismo, su interés acerca del arte, literatura o música de Rumanía y además he podido ver como era la vida de la gente en la Rumanía comunista(claro...desde su punto de vista, que todo era alegría). Pero por lo demás, por lo que veo, a usted no le importa en absoluto los 1200 muertos y otros 3200 heridos de la revolución rumana de 1989. Para usted, toda esa revolución fue una mentira, lo que ofende muchísimo. Nunca he visto un rumano ofender a los españoles, tanto como usted ofende a los rumanos.
Con todo el respeto, le sugiero que vaya usted a Transnistria, o a la mismísima Corea del Norte, ya que Rumanía no volverá al comunismo nunca.
Que tenga usted una buen día .
P.D: viví en Puente de Vallecas durante 3 años aproximádamente, así que me considero también por lo menos un cuarto vallecano :P .

JL F dijo...

Precisamente tu opinion es la que metieron en la cabeza de los rumanos veinte años de ultranacionalismo comunista rumano, desde que llego al poder Ceausescu. En realidad, aunque tu no quieras, como pasa en la Rumania actual, eres un comunista (en el sentido de la ideologia que implantaron los que asi se llamaban desde los años sesenta en Rumania, y que propiciaron el golpe de estado fascista de diciembre del 89). Antes de que existiera algo llamado por alguien como Rumania (bueno, Romania existio dese el Imperio Romano, y asi llamaban tambien los turcos a toda la parte de Europa conquistada por ellos), es decir, a partir de 1812 Basarabia formo parte del Imperio Ruso. Antes de eso, formaba parte del Principado de Moldavia, independiente o, al menos, dependiente de otros intereses a los de los valacos. Los soldados rumanos, dirigidos por asesinos fascistas, entraron en la Republica Sovietica de Moldavia en 1918 dentro de la coalicion imperialista internacional contra la Revolución, haciendose con Moldavia, quitando las casas a los MOLDAVOS (queda subrayado) y imponiendo una ideologia fascista panrumana. En todo caso, y ya que somos tan "democratas" (en tu caso, es ironia) los que tienen que decidir que quieren ser son los propios moldavos, y no un rumano. Por ultimo, para que estudies un poquito mas, deberias leer sobre la oposicion de los moldavos cuando Cuza forzo (empujado por el imperio frances) a unirse con Rumania, y traslado la capital a Bucarest (lo que supuso la decadencia brutal de la Moldavia de entonces). Tanto derecho (absurdo por otro lado, en ambos casos) tienen los moldavos de Basarabia a reclamar para sí la Moldavia rumana, que los rumanos a hacer lo propio con la Moldavia independiente. Asi que, en vez de ver la paja en el ojo ajeno (lo digo por lo que dices del respeto) deberias mirarte la viga en el tuyo (que faltas tanto al respeto a la propia historia de tu pais y de los vecinos).

Saludos

Anónimo dijo...

El único que falta al respeto a mí país es usted, por defender a genocidas como Stalin , meterse con valores nacionales como Cuza(que tuvo sus fallos, lo sé, no hacía falta mandarme leerlo), que por cierto era moldavo(de Barlad) y por llamar fascistas a los que se revolucionaron en contra de la dictadura comunista, entre ellos mis padres(que podría haber sido una dictadura fascista, igual se habrían revolucionado).
Ya que se mete tanto con los imperialistas franceses, he de decir que son unos niñatos en comparación con Rusia.
Un saludo.

JL F dijo...

Anonimo (entiendo que te de verguenza no decir tu nombre). Desconocer la historia de tu propio pais, no interesarte por rascar en la propaganda de los medios y de las mentiras que te cuentan tus padres (que seguro eran comunistas, es decir, de los que decian que lo eran pero solo eran oportunistas), eso si que es faltar al respeto. Cuza tuvo errores claro, y aciertos. Pero la union con Rumania de una parte de Moldavia la hizo sin consultar a nadie, salvo a los franceses que fueron los que forzaron la union. A ver si te crees que tambien fue una revolucion como el golpe fascista del 80.
Los rusos tambien son imperialistas, pero como todos, igual de cabrones que todos los que hacen cualquier cosa por aumentar los privilegios de su clase privilegiada. Otra cosa son los sovieticos, mientras lo fueron (hasta los sesenta mas o menos). Hay que entender bien la diferencia, aunque creo que, por lo que demuestras que lees, no la vas a entender.
Te repito que tu mensaje, el primero, es el propio de un comunista rumano, a los que en vez de la ideologia de la igualdad, fraternidad y libertad les metieron en la cocorota hueca un ultranacionalismo absurdo y una historia inventada que, lamentablemente, los papagayos siguen repitiendo hoy. Algo normal, pues los comunistas oportunistas que ansiaban volver a la dictadura fascista, aunque fueran miembros del PCR, siguen gobernando el país (Basescu, Iohannis, Tiriac, Blaga, Lizeanu, Plesu, Tiamaneanu, etc.., todos comunistas ambiciosos y fascistoides), y han impuesto su ideologia a los soplagaitas que repiten lo que la tele y sus papas le dicen ¿también crees en Papa Noel?

Saludos

Albert-ChrisRenko dijo...

Anónimo, critica usted mucho al autor de este blog y estaría usted en su derecho a hacerlo si no fuera porque sus críticas son, en gran parte, resultado de un profundo desconocimiento de la historia de su propio país (doy por sentado que es usted rumano), lo cual ya no es tan aceptable. Cuando se critica hay que saber de qué se habla, porque corre uno el riesgo de hacer el ridículo.

Por cierto, que el desconocimiento de la historia no es algo exclusivo de los rumanos, también sucede en España, en especial con lo relativo a la II República, la Guerra Civil, la dictadura franquista y la Transición. Y de historia en general, este pueblo parece creer que España ha existido casi desde siempre a la vez que su historia parece remontarse a lo que sucedió anteayer y lo anterior, si es que lo hubo, no tiene relevancia alguna. Pero estamos hablando ahora de Rumanía, no de España, de modo que me ceñiré a la historia de Rumanía.

Dice usted que sus padres se levantaron ("revolucionaron", en sus propias palabras) contra el régimen de Nicolae Ceaucescu en diciembre de 1989. No lo dudo. Ni siquiera dudo que la mayoría de los rumanos en ese momento estaban ya hartos del fracaso económico del régimen, a lo que se añadía la ausencia casi total de educación ideológica, terriblemente descuidada por Ceaucescu. No seré yo quien cante loas a Ceaucescu, en otros comentarios le he criticado con cierta dureza. Acaso lo único bueno que puede decirse de ese hombre es que, si bien en términos generales, globalmente, su gestión fue un desastre, al menos supo morir con dignidad cantando La Internacional. Otros, en los "países hermanos", cambiaban sin pudor de chaqueta y de bandera.

Pro volvamos a la "revolución" rumana. No dudo que la mayoría de la gente que participó en esa "revolución" creían que estaban realmente participando en una revolución popular espontánea, que eran protagonistas de la historia, que estaban haciendo historia... cuando en realidad eran comparsas, figurantes, extras como en las películas (tristes extras que en ocasiones dieron su vida) que servían de pantalla a lo que en realidad era un golpe palaciego.

¿Ignora usted que Ceaucescu visitó Irán poco antes de la "revolución" y algunos de su entorno le aconsejaron no volver a Rumanía? ¿Que corrían rumores de un posible golpe palaciego y que Fidel Castro ofreció asilo a Ceaucescu, y nuevamente le aconsejaron aceptar, algo que el presidente rumano rechazó creyendo que saldría airoso de cualquier intentona contra él? Es como si el entorno de Ceaucescu le estuviera diciendo discretamente "vete y déjanos desmantelar el régimen socialista". Como Ceaucescu no se daba por enterado, optaron por ir directamente al golpe duro, la matanza en las calles cuya sangre cubriese lo que realmente sucedía en palacio.

¿Cree usted natural el modo en que el socialismo se derrumbó en el otoño de 1989 a velocidad de vértigo, en la Europa centro-oriental? Casos como el de la República Democrática Alemana o Checoslovaquia, donde el régimen se descompuso en cuestión de pocas semanas, o Rumanía, en unos días, ¿no son extraños? No habría podido suceder sin la traición de una parte significativa de la cúpula de los respectivos partidos comunistas en el poder y la aprobación e incluso colaboración de Moscú, donde otro traidor estaba finiquitando no sólo el socialismo fuera de sus fronteras sino también dentro.

Hoy, que conocemos los mecanismos de las "revoluciones de colores" podemos afirmar ya sin duda que las protestas en Europa centro-oriental fueron las primeras de tales revoluciones (en años posteriores el modus operandi se mejoraría).

[sigue...]

Albert-ChrisRenko dijo...

Y usted me preguntará que qué hay de su "revolución". Vamos con ella.

Supongo que recuerda o ha oído hablar de cómo la manifestación convocada por las autoridades el 21 de diciembre para mostrar el apoyo de la población a Ceacescu y el régimen socialista, tras los incidentes de Timisoara, se convirtió en una protesta contra él, que anonadado tuvo que escuchar cómo aquellos que supuestamente habían ido allí a escucharle y apoyarle le llamaban criminal, dictador, imitaba el eslogan germano-oriental de "¡Nosotros somos el pueblo!", etc. ¿Todo esto sucedió espontáneamente? Luego, semanas, meses y años después se habló de cómo había agitadores entre la multitud, una multitud que, cansada del régimen (lo admito) y tras los últimos sucesos, era como pasto seco y que necesitaba poco para inflamarse en llamas, como efectivamente ocurrió.

¿Qué sucedió en Timisoara? La protesta empezó el 16 de diciembre, luego de que las autoridades anunciasen la próxima expulsión del pastor luterano húngaro Laszlo Tökes, que se había mostrado recientemente muy crítico hacia el régimen. ¿Pero desde cuando las autoridades anunciaban con anterioridad detenciones o expulsiones? Nunca. Si alguien dentro del aparato del régimen hubiera querido encender una chispa difundiendo tal noticia, no habría encontrado otra forma mejor. Así se formó una "guardia" de gente común (entre los que se sospecha que había provocadores) alrededor de la residencia de Tökes y el alcalde de Tiisoara anunció la suspensión de la orden de expulsión de Tökes. En realidad, la mayoría de la gente en la propia Timisoara ignoraba inicialmente lo que sucedía y sólo se enteraron cuando la situación se calentó: los "guardianes" de Tökes intentaron quemar la sede del Partido en Timisoara y empezó una cadena de represión-protesta-represión-protesta.

¿Sabe usted que se dijo que en Timisoara la Securitate y el Ejército habían matado a 4000 personas? Luego resultó que fueron alrededor de 70.

¿Sabe usted de aquella historia que circuló acerca de camiones de basura transportando miles y miles de cadáveres para enterrarlos, pero que jamás aparecieron porque nunca hubo tales camiones de basura transportando muertos y nunca hubo miles de muertos? ¿De las supuestas fosas comunes en Timisoara, mostradas pródigamente por las nuevas autoridades, que luego resultaron ser un montaje, con cadáveres sacados del cementerio de los pobres y mostrados como cuerpos sacados de una de tales fosas, como informó 'Le Figaro' en su edición del 30 de enero de 1990? ¿De los batallones de mercenarios árabes al servicio de Ceaucescu? Luego se supo que nunca hubo tales batallones de árabes ni mercenarios de ninguna clase, no al menos al servicio de Ceaucescu. ¿Conoce usted las siniestras historias que circularon durante aquellos días sobre miles de agentes de la Securitate y un supuesto laberinto de túneles por el que moverse bajo tierra y surgir en cualquier sitio, dirigidos por fanáticos comandantes y, por encima de todos ellos Ceaucescu y su siniestra esposa liderando la "contrarrevolucion"? Tampoco había tales túneles y sobre Ceaucescu liderando algo hablaré después. ¿Sabe usted que se habló de decenas de miles de muertos (hasta 70.000) cuando el número total fue de 1104 muertos reconocidos por las actuales autoridades?

Sobre Nicolae Ceaucescu y su esposa Elena dirigiendo la "contrarrevolución", lo cierto es que el Minisro de Defensa, Vasile Milea, aparentemente se suicidó. Parece ser que no se atrevió a ordenar al Ejército que disparase contra la población, y o bien se suicidó voluntariamente para evitar la carga de responsabilidad o le "suicidaron". Por cierto, que para suicidarse usó el arma de uno de sus asistentes. ¿Por qué no la suya? Las circunstancias de su muerte nunca fueron esclarecidas; bien pudieron matarle por no obedecer la orden de Ceaucescu de usar al Ejército para reprimir la revuelta o matarle los golpistas si el ministro había estado en contacto con ellos y tuvo alguna duda de última hora.

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Albert-ChrisRenko dijo...

El caso es que su muerte fue beneficiosa para los golpistas, pues su substituto Victor Stanculescu (Ceaucescu no tenía buen olfato para elegir la gente de la que se rodeaba, hay que admitirlo) asumió el control del Ejército y ya el 22 de diciembre ordenó a las tropas regresar a los cuarteles deafiando las órdenes del propio Ceaucescu. Después "amablemente" sugirió/ordenó a la parejita Ceaucescu que abandonaran el edificio del Comité Central bajo escolta, algo que hicieron ya prácticamente bajo arresto en un helicóptero que partió del edificio (¿recuerda usted las imágenes mostradas en televisión?).

Y mientras los Ceaucescu eran llevados a donde terminarían sus vidas, llegaban a Bucarest tropas a las que se había dicho que debían hacer frente a una rebelión organizada por terroristas. Parece ser que los golpistas engañaron a los soldados y los hacían enfrentarse entre ellos (y todos ellos contra la facción de la Securitate aún leal al régimen socialista) diciéndoles a todos que aquellos contra los que luchaban (aunque vistiesen su mismo uniforme) eran partidarios de Ceaucescu. Y se dio la paradoja de que unos y otros se disparaban mutuamente, creyendo que el otro era el enemigo, aunque en realidad (excepto la Securitate) todos estaban en el mismo bando. Pero este clima de tensión, de enfrentar deliberadamente a tropas y civiles "revolucionarios" entre ellos, buscaba magnificar el miedo, la tensión, la sensación de amenaza (de ahí surgieron los bulos sobre los batallones de mercenarios árabes, los túneles, etc.). Estrategia de la tensión, porque en tensión la gente razona peor, no se da cuenta de algunos detalles, se piensa peor. Algunos ni piensan.

Esta estrategia de enfrentar a las tropas entre sí deliberadamente para propiciar una atmósfera de miedo y caos, fue ya mencionada por primera vez en 1990, sospechándose que las nuevas autoridades habían organizado el enfrentamiendo de las tropas entre sí para hacer creer que la resistencia de los partidarios de Ceaucescu era mayor de lo real, y convencer a los indecisos de la necesidad de apoyar al Frente de Salvación Nacional. Esta teoría fue también apoyada por Dumitru Burlan, ex coronel de la Securitate y uno de los jefes del cuerpo de seguridad de Ceaucescu: según su opinión como testigo de quellos dias, los jefes del Ejército implicados en el golpe de Estado intentaron crear una atmósfera de terror enfrentando a unidades militares entre sí con órdenes falsas y creando la apariencia de ataques terroristas con el propósito de inducir el miedo y lograr que los dubitativos, los que esperan hasta el último momento antes de decantarse por un bando u otro, se pasasen al Frente Nacional de Salvación.

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Albert-ChrisRenko dijo...

Este Frente, salido de las entrañas del propio régimen, de miembros de segunda fila del Partido por lo general, se dio a conocer el 22 de diciembre, aunque sus miembros ya llevaban reuniéndose y organizando el Frente desde bastante antes. Por lo pronto, suspendió la Constitución, disolvió todos los órganos de poder y se estableció a modo de junta de Gobierno. Y, como asunto de máxima prioridad, en Targoviste llevaron a cabo un juicio farsa sumario sin ninguna garantía (¿no venía esta gente a cambiar las cosas? Pues empezaron con los mismos viejos métodos que denunciaban) contra la pareja Ceaucescu, en la que la "defensa" era la acusación bis, y condenaron y ejecutaron a la pareja el 25 de diciembre. Ya dije en otro post que las prisas de las nuevas autoridades, cuando en las calles aún había cadáveres, por liquidar a la parejita era bastante sospechosa. Quizás porque en un juicio público y abierto, con garantías procesales, Ceaucescu habría podido contar muchas cosas interesantes sobre varios de los nuevos dirigentes. Y no sólo lo digo yo. El diario 'El Mundo', que apoyaba abiertamente a los "revolucionarios", en su editorial del 27 de diciembre criticó estas formas de hacer las cosas, sugiriendo que la rápida ejecución del matrimonio Ceaucescu más que hacer justicia o cerrar una etapa de la historia buscaba eliminar un incómodo acusado y testigo a la vez que habría podido hablar en un juicio público.

¿No hay suficientes elementos sospechosos como para desconfiar del discurso oficial?

Lo dije y lo repito: no fue una revolución, fue un golpe de Estado en el que los conspiradores, los golpistas, usaron al pueblo, se valieron de él y de sus esperanzas. Ese pueblo que creía que derrocando al tirano y adoptando el capitalismo todo sería abundancia y prosperidad (habéis visto que no). El pueblo creyó ser protagonista enarbolando la bandera tricolor con el emblema central recortado y cantando 'Desteapta-te, romane!', pero ese pueblo sólo era una confusa masa mezcla de espectadores y figurantes engañados y traicionados por los golpistas, que fueron los que organizaron todo y los que, al final, se quedaron con el botín.

Entiendo que para cualquier participante en aquellas trágicas jornadas, sobre todo si participó pensando sinceramente que era por el bien del país, que estaba actuando libremente por la libertad, etc. la idea de que hubiera sido manipulado y que todo fue una farsa es muy difícil de aceptar. Psicológicamente es un shock y, habitualmente, en situaciones así predomina el mecanismo de protección psicológico de negar la evidencia porque es dolorosa y aferrarse a lo que uno quiere creer. Pero los hechos son los hechos, independientemente de lo que uno quiera creer.

Ahora bien, es usted libre de seguir pensando que fue una heroica "revolución" popular espontánea. También puede usted creer en el unicornio rosa invisible que está ahí pero que mágicamente desaparece cuando miras en su dirección.

La Historia se encargará de poner a cada cual en su sitio y de esclarecer las cosas. No digo que Nicolae Ceaucescu vaya a ser reconocido en el futuro como el mayor héroe de Rumanía, que no lo fue, pero ya se han venido abajo algunos mitos (las decenas de miles de muertos, los batallones de árabes mercenarios, los túneles de la Securitate) y acabarán por esclarecerse los demás puntos de esta historia. Simplemente aún no ha llegado ese momento. Pero llegará.

[sigue...]

Albert-ChrisRenko dijo...

Sobre mandar al autor de este blog a Pridniestrovie (ya sé que ustedes los rumanos y moldavos prefieren llamarlo Transnistria, pero los habitantes de esa región prefieren llamarlo Pridniestrovie) ya estuvo allí (José Luis, se te olvidó hacerle una foto al ayuntamiento de Tiraspol con su bonito estilo neoclásico y el busto de Lenin enfrente). Tambien le manda usted a Corea del Norte... es lo que suelen hacer ustedes, en cuando criticas algo te salen con el "Vete a Cuba, a Corea del Norte, a Venezuela, a tomar por c***". No salen de ahí ustedes, es su principal argumentación.

En cuanto a Pridniestrovie, si usted piensa que es comunista por conservar la simbología soviética casi calcada de la Moldavia soviética, debería usted saber que esa simbología es, en parte, consecuencia de la inexistencia de una historia propia separada. Esa región en concreto nunca fue un estado, fue parte de la Rus de Kiev, luego de Lituania en su período de máxima extensión antes de unirse a Polonia en la Rzeczpospolita, más tarde del Imperio Otomano hasta la conquista rusa en 1792. El general Suvorov fundó Tiraspol (donde llegaron eslavos para habitar la nueva urbe) y esa región estaba habitada por moldavos y eslavos y una minoria tártara, esta última prácticamente desaparecida. Los porcentajes de población han ido variando con el paso de los siglos. Sólo con su inclusión en la República Socialista Soviética de Moldavia, Pridniestrovie (que jamás perteneció ni a Besarabia ni a Rumanía, si exceptuamos la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial), formó parte de Moldavia y con la desintegración de la URSS y ante el temor de la población eslava (mayoritaria ya) a que Moldavia se unificase con Rumanía (y en 1990 había ese temor) el 2 de septiembre de 1990 nació la República Socialista Soviética Moldava de Pridniestrovie, luego República Moldava de Pridniestrovie. Los símbolos oficiales y el hecho de no haber desmantelado sistemáticamente los monumentos de la época soviética (hay muchos, en general como rechazo hacia esa Moldavia anticomunista y antirrusa) es lo único que tiene de comunista esa minúscula república no reconocida oficialmente ni siquiera por Rusia. Por lo demás es un país de economía capitalista.

Sobre el imperialismo ruso, ya he hablado en otros posts, de modo que no me repetiré innecesariamente. Rusia, como país capitalista que es, manifiesta su naturaleza imperialista, igual que cualquier otro país capitalista con capacidad de hacerlo Sus conflictos de intereses con otros países capitalistas son conflictos de intereses en una dinámica inter-imperialista. Estos conflictos de intereses entre potencias imperialistas han existido siempre. Antes de 1917 no había ningún país socialista pero eso no impidió a las grandes potencias (y un buen número de pequeñas también) enfrentarse en 1914 en la mayor guerra que el mundo había conocido hasta entonces. Es consubstancial al capitalismo.

Saludos.

Paula dijo...

¡Felicitaciones por el blog, Jose Luis Forneo! Y ¡gracias por su exposición, Albert-ChrisRenko! ¡Salud!

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